10 de Septiembre de 2025 Comunicaciones Comunidad Ecológica Peñalolén

Mariana Zegers: Tenemos que vincularnos con el territorio que habitamos y trabajar con otras comunidades

“A los quince años de edad yo no estaba ni ahí con vivir acá. Era una lata”. Son las primeras palabras que brotan de Mariana Zegers Izquierdo ante la consulta sobre su experiencia de haber vivido desde esa edad en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, y que hoy la sigue acogiendo, tras un breve lapso fuera.

“Mi familia -explica- llegó acá el año 2000. Viví toda mi infancia en Santiago centro, de hecho, vivía dando la espalda al Cerro San Cristóbal, en muchas casas. En esa época de la infancia teníamos que estar cambiando constantemente. Estuvimos en Bellavista, también vivimos cerca de 10 de julio, en Zenteno y en General Jofré”.

Explica que su presencia en la Comunidad se debe a su abuelo materno que compró en este lugar. “Él, ayudado de mi tío Diego, que vive acá aquí al ladito (Las Estrellas Sur), compró este terreno. Muy a principios de los noventa, porque mi abuelo murió en el año 1992. Él tenía algo de plata y le dijo a mi tío que buscara algo. Y mi tío encontró esto cuando era súper barato. Y progresivamente nos vinimos. Primero llegó mi tía Antonia Izquierdo, y después llegamos nosotros. La que vivía en la Comunidad antes, era mi tía María Izquierdo, pero no aquí en Las Estrellas, creo que en el Sendero de la Parra. Después ella se vino para acá”.

Esos recuerdos de la llegada la hacen reflexionar sobre las diferencias con el presente: “esto era muy diferente. O sea, en el año 2000 esto era otra cosa. Son 25 años que es harto. No había rejas, no estaban las torres, no existía nada de lo que es el barrio de Los Presidentes, Las Pircas, no existía nada de eso. Y tú podías ir caminando hasta la quebrada de Macul”.

“Era bonito y familiar el ambiente, pero a mí no me gustaba la idea, era muy lejos. Imagínate los medios piques para ir al colegio. Primero estuve en La Girouette y después en Latinoamericano de Integración. Había una micro, la 209, que tenía su paradero acá, entonces no era tan difícil llegar al ‘Latino’. Era largo el pique. Y acá era todo de tierra, no había camino, nada era pavimentado, ni siquiera el camino principal estaba pavimentado en ese tiempo”, recuerda Mariana.

“Pero, obviamente -indica- uno se adecúa a todo. El lugar era muy espacioso y nunca había tenido una pieza como la que tuve en ese momento. Había muchas más comodidades, podría decirse, desde el punto de vista de la infraestructura. Y como era chica, no me fijaba, ni me daba cuenta de todo lo que significaba, en términos prácticos, vivir aquí. O sea, el agua, la electricidad, todo eso que te conecta bastante igual con la naturaleza. Es duro, pero es muy bonito, muy interesante. Creo que eso es algo que, de alguna manera, permanece, aunque sea de manera forzosa, en las personas que viven acá. Entiendo que están conectando agua potable en algunas partes, pero, uno siempre está consciente del agua, de su importancia, y de dónde viene esa agua. Siento que eso te conecta de una manera interesante”.

Y pese a que no te gustaba y que estaba lejos… ¿seguiste viviendo acá?

No, cuando estaba en la universidad me fui por un tiempo. Estudié cerca de la plaza Los Héroes. En la Universidad Alberto Hurtado hice mi pregrado y después hice un posgrado acá en la Universidad de Chile. Y en ese tiempo, cuando estudiaba en la Alberto Hurtado, pasaba mucho en el centro, y me fui a vivir a Santa Lucía, pero venía los fines de semana acá. En ese momento ya me gustaba mi casa, mi espacio, mi privacidad, mi intimidad.

Y añade que la vida familiar era muy importante, el entorno de las y los parientes viviendo en la misma parcela, era muy interesante. “Había una onda bien familiar, y que, pese a que ya ha cambiado todo eso, y hay muchas más casas en esta parcela, todavía tenemos como una onda de contacto fuerte. Por ejemplo, nos reunimos como parcela al menos una vez al año para hacer un almuerzo comunitario. Celebramos el Día de los Muertos juntos. Hacemos un altar. Empezamos con eso porque ya se nos había muerto mucha gente”, relata Mariana.

“Pero, explica, volviendo a la pregunta, mi vida la tenía más abajo. En la ciudad estaban mis amistades… Pero acá había hartas actividades. Y además la casa donde vivía, que no es donde vivo ahora, era amplia, tenía un patio grande, y siempre eran muy acogedores mi mamá y su compañero. Entonces hacíamos varias actividades. Y venían mis amigas y amigos. No sé cómo llegaban, pero llegaba todo el mundo”.

“Siento, agrega, que vivir acá, sigue siendo un poco complejo. Tienes que ordenarte bien, porque tienes tiempos muertos a veces y no tienes dónde quedarte un rato en la ciudad. No es como, voy a mi casa, me tomo un café, y salgo de nuevo. Siempre hay que considerar que vives lejos”.

A partir de tu experiencia de 25 años viviendo acá, de los cambios que describes, ¿sientes que hay una identidad propia de la Comunidad Ecológica y que sigue vigente?
Creo que hay un factor clave, que es el crecimiento demográfico. No sé si tiene que ver con que hayan muchas y muchos arrendatarios, sino con los nuevos propietarios que llegan. Antes había mucha menos gente, entonces con menos gente te conoces más. También había un mayor vínculo con la naturaleza, con el bosque y con el bosque esclerófilo en particular, mucho más potente, diría, con nuestra flora, con nuestra fauna, con el respeto de ella.
Otro aspecto era la autoconstrucción. Este lugar nace a partir de la autoconstrucción, de que las mismas personas, con el barro, con las piedras, con lo que tenían a mano, se construyeron sus casitas. Y luego, con arquitectos emblemáticos de la Comunidad, como el Kim Cordua, que hizo la casa donde vivo ahora. Tenía como una magia. Mirabas y había algo que era coherente, digamos, estéticamente. Y eso se ha ido, sin duda, perdiendo. Tú ves las construcciones y hay algunas que parecen retenes de ‘pacos’, puro cemento, y tú dices, pero ¿qué es esto? Esto de trabajar con el barro, de utilizar las piedras del lugar y todo eso, al final, hay mucha gente que le importa bien poco.
Creo que a la gente que vive actualmente acá ya no le interesa vivir en una cierta ruralidad. Sino que es más cómodo para ellos tener Aguas Andina y pagar solo su cuenta y no tener que dividirla entre un montón de personas.

¿Y esos cambios los notas en otros aspectos también y sientes que hay cosas que te hacen tomar distancia?
Me pasó de chica que mi familia no se identificaba demasiado con la Comunidad Ecológica de aquellos años, ya que a mi mamá (Teresa Izquierdo), y a Paul (Le Saux), su marido, y a nosotros como familia nos impactaba mucho el clasismo que tenía o tiene la gente que vive acá, por ejemplo, cuando se opusieron a la construcción de la Esperanza Andina.
Cuando se opusieron a que se instalara la ‘pobla’ al frente, a mí me dio vergüenza ajena. Me daba vergüenza decir que era de la comunidad. Hasta el día de hoy eso es vergonzoso. Y eso sigue vigente porque algunos están más a favor de las grandes inmobiliarias porque no quieren las casas ‘chubi’. Y piensan en su plusvalía y en su seguridad. Eso me generó de muy chica un rechazo. Hacían unas actividades en la entrada de la comunidad contra la instalación de la vivienda social. Ahí se me generó una cuestión, así como… ¿Qué onda estos hippies?… Y se nos puso un sello a todas y todos los que vivíamos acá. Eso es ‘heavy’ hasta el día de hoy.

Brechas sociales

Para Mariana, que es licenciada en Lengua y Literatura y Magíster en Lingüística; escritora, docente y encuadernadora; y que trabaja en el ámbito de la escritura creativa y académica, las memorias y los derechos humanos, estas experiencias le hacen creer que a muchas personas de las Comunidad Ecológica cuestan aceptar las diferencias, y que se debe trabajar en eso.

Recuerda que “en las luchas que hemos dado y en esto de amar el bosque nos hizo encontrarnos con personas que veníamos de diferentes lugares y creamos un grupo llamado “Emergencia Precordillera”. Y a partir de ese encuentro en torno a la protección del bosque, a la defensa de la precordillera, nos juntamos personas de la Comunidad con personas de las poblaciones cercanas. Y ahora tengo un par de super amigos y que viven una en la Esperanza, ahí en la Candelaria, y otro que justo recibió su casita en estos condominios que quedan ahí en Antupirén con Las Perdices. Pero esa amistad se logró con el tiempo, tras derribar los prejuicios, de reírnos de nuestras diferencias y poder ser compañeros más allá de dónde venimos”.

Otro momento que viene a su memoria, son los días previos y meses posteriores al estallido social. Explica que “semanas antes del estallido la Inmobiliaria Pocuro, se puso a devastar acá un cerro cercano. En un buen paño que todavía está devastado y donde la inmobiliaria nunca construyó porque nos movilizamos y frenamos esa construcción. Pero no pudimos frenar la devastación finalmente porque llegó la pandemia. Y en la pandemia ellos lograron tener un permiso y volvieron ahí. Eso está paralizado, En resumen, le paramos el negocio, pero ellos nos mataron el bosque”.

“Y esa lucha, permitió que se empezarán a tejer lazos comunitarios para mí, con varias personas que habitan acá y en las cercanías, e íbamos a manifestaciones  en la Plaza de la Dignidad o Plaza Italia. Pero después es cierto que uno se empezó a replegar en los territorios. E íbamos a bastantes actividades que hacíamos en la esquina de Grecia con Río Claro; y en Tobalaba con Grecia”, señala.

Y recuerda además que “nosotros estábamos en toma cuando llegó el estallido social. Y caceroleábamos. Estábamos como en esa onda, ¿no? Pero nunca tuvimos miedo a saqueos o a que se metieran a robar, que es algo  común acá. Creo que ahora tengo más miedo. Puede ser porque estoy más vieja. Y porque veo que este país está muy polarizado, cada vez más polarizado. Las brechas sociales se han ido agrandando y nosotros también somos parte de un sector privilegiado de la sociedad, ¿no? Pero somos un poco distintos, porque si hay algo que todavía puedes destacar de la Comunidad Ecológica, pese a que ya no es la misma sensibilidad inicial, es que somos una lengua verde en el territorio, y eso creo que tiene un gran valor”.

Feminismo, seguridad, derechos humanos

Para Mariana Zegers, que en la actualidad es vicepresidenta del directorio de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi, “los conflictos de clase no se resuelven en este país, sino que se agudizan, y finalmente todo, o sea, la gente que piensa que los conflictos identitarios no están atravesados por la lucha de clase, están equivocados. El feminismo está atravesado por la lucha de clase, o sea, si uno no logra comprender eso, es como vacío. ¿Una mujer de clase alta acaso tiene las mismas posibilidades que una mujer de clase baja? No, no son las mismas. Demás que todas pueden sufrir algún grado de discriminación, pero, por favor, si allí el dinero es lo que vale”.

Pero al mismo tiempo, desde el discurso dominante se han ido instalando ciertas definiciones o conceptos que han cruzado y permeado a todos los sectores. Por ejemplo, la seguridad.
Creo que acá es un ejemplo bien heavy, porque se supone que la gente que habita acá es más progresista, aunque igual hay personas de derecha, es normal, y creo que hay que conversar con todo el mundo, y hay que respetar las diferencias, y poder dialogar y respetar. Lo que está mal es que exista gente que piense que, porque el otro es diferente no es legítimo, o hay que violar sus derechos.
En los grupos de whatsapp de la Comunidad muchas veces sale esto, ¿no? Esto de la seguridad versus la libertad, falsa dicotomía que impone la derecha. O sea, la seguridad es un derecho humano y la libertad también es un derecho humano esencial. Creo que encerrarse nunca es bueno, al final no te ayuda mucho, tampoco te va a salvar de la delincuencia. Hay gente que piensa que encerrándose va a estar más protegida. No, creo que lo que más te puede proteger es tejer lazos comunitarios, como parcela. De alguna manera u otra todavía hay gente acá que tiene un sentido comunitario, y eso es lo que nos salva, no estar llenos de rejas y alambres de púa.

Hablaste de derechos. ¿Cómo ves el escenario, particularmente de los derechos humanos, pero también el escenario político de Chile? Sobre todo, desde tu rol en un sitio de memoria.
Políticamente lo veo muy muy complejo, la verdad, me desalienta igual, siento que Chile es un pequeño país en este mundo, pero igual el mundo está yendo en una misma dirección, ¿no? como en la caída de este orden, de este orden muy imperfecto. Pero en algún momento, posguerra surgen los derechos humanos, su conceptualización, las Naciones Unidas, con su Consejo de Seguridad aberrante, con todo eso. Pero mal que mal, sientan el piso mínimo de la convivencia democrática, con el respeto de los derechos humanos, y eso se está destruyendo completamente, ese edificio se está cayendo. Ya no hay vuelta atrás respecto de esto. Entonces, ¿cómo lo hacemos? Este orden se ha derrumbado, quizá algunos no lo perciben tan notoriamente, y lo que están haciendo ahora las potencias es repartirse la torta sin reglas, del derecho internacional de los derechos humanos.
Eso a Chile lo dejan en una posición bien complicada, porque no tenemos nada mucho que transar ahí. Finalmente, como mucha gente dice, mejor no te conviene ni irte para un lado, ni irte para el otro, no te quedes con China, no te quedes con Estados Unidos. No hagas nada porque no te va a convenir, pero es muy terrible el desprecio por los derechos humanos, y el desprecio no solo a nivel de esta gente que dice: ‘Ah, no, derechos humanos’. Como si fuera un tema de las izquierdas. Nada que ver, de hecho, todo el sistema de los derechos humanos no tiene nada que ver con la izquierda, o sea, no es izquierdista. O sea, ¿de dónde? ¿Naciones Unidas es izquierdista? Y eso pasa o a la gente le parece poco importante o desconoce mucho sobre eso, porque no hay educación ciudadana, pero al mismo tiempo tú ves que los gobernantes también contribuyen a esa mirada: Trump, Bolsonaro, Miley, Kast, Kaiser, acá, incluso Matthei. Puros pinochetistas, o sea, primera vez que nosotros tenemos en la derecha a puros pinochetistas. O sea, un criminal de lesa humanidad, de los peores crímenes que se pueden cometer. Es como decir: si era necesario desaparecer a personas. Era necesario lanzarlos al mar. Era necesario torturarlos. No, eso no es necesario, nunca es necesario. Y siento que eso está muy en cuestión. Y la democracia también. La democracia en los jóvenes no tiene mucha legitimidad.

¿Cómo se pueden abordar o revertir estos temas?
Creo que la educación es súper importante. En mi labor en educación en derechos humanos, he sentido que las y los jóvenes se conectan, si la cosa es conectar con ellos también. Esa vinculación pasado-presente, que ojalá en este país hubiera educación en derechos humanos, educación ciudadana, que los cabros supieran cuáles son sus derechos, que se les fomente una conciencia más crítica, y creo que hay que seguir trabajando fuertemente en eso. Pero esperanzas no tengo muchas, pero creo que uno  tiene que seguir luchando igual.
Por ejemplo, la crisis climática ya nos acontece y esa cuestión va a ser brutal, más brutal que lo otro. Estamos hablando de una cuestión que se está haciendo y exponencialmente va a ser cada vez más terrible. Estudios científicos señalan que nuestro hermoso bosque esclerófilo mediterráneo, que además es poco común en el mundo, está al borde del colapso, y esto es lo que le brinda la cuenca de Santiago oxigenación. No se dan cuenta de que esto brinda muchos beneficios a la humanidad, a todo el mundo, pero a la cuenca de Santiago la descontamina, infiltra las aguas lluvia.
Ayer me encontré con una cita de Eduardo Galeano, que decía, si la naturaleza fuese un banco, ya la habrían salvado. ¿Cuántos bancos han salvado? ¿Cuántas Isapres? El salvataje es como esta idea de que en el ámbito de la empresa privada los beneficios no se comparten, pero las pérdidas sí. Y eso va a agudizar las desigualdades, entonces si no reivindicamos los valores de la solidaridad humana, y los partidos políticos no levantan las banderas que deberían levantar. ¿Quién habla de solidaridad humana con el tema de las pensiones? ‘Con mi plata no’. Tu plata no te sirve para nada, tu plata te da una pensión de miseria. Reivindicar esos valores nomás, y seguir luchando, y los sitios de memoria serán trincheras.

¿Por qué los ves así? ¿Qué rol le asignas en lo que viene?
En educación en derechos humanos y en pedagogía de la memoria, uno de los principales actores son los sitios de memoria. Villa Grimaldi recibe más de 20.000 personas cada año. El Estadio Nacional los suyos. Se han recuperado. Durante este gobierno, si bien no ha habido políticas públicas consistentes, que es lo que he echado de menos, se recuperaron la Venda Sexy, Tres y Cuatro Álamos parcialmente, Colonia Dignidad en un proceso de expropiación parcial. Entonces, no es menor. El tema es que no hay políticas públicas consistentes que permitan dar continuidad a esto más allá de la voluntad política de los gobiernos. Y como probablemente va a salir la ultraderecha en este país, los sitios van a quedar en una situación muy compleja. Por eso digo lo de las trincheras, pero en unas condiciones muy difíciles, como lugares de resistencia, de resistir.  Considerando que quienes dirigen los sitios todavía siguen siendo mayoritariamente sobrevivientes. Y ya no tienen la fuerza que tenían en los años noventa, como cuando recuperaron Villa Grimaldi y estuvieron años gestionando ese sitio sin ningún peso. O buscando proyectos internacionales o de la Unión Europea que permitieron sacar adelante proyectos.

Peñalolén: el barrio grande

Mariana siente que nada de lo descrito antes, todas esas luchas se pueden dar solas o en pequeños grupos temáticos. “Es necesario que nos vayamos juntando algunas personas. En Villa Grimaldi hemos hecho un trabajo bonito estos últimos años, más territorial, entonces ahora nos invitan a Lo Hermida, antes no, porque la Villa era muy institucional, porque somos como los ’amarillos de los sitios de memoria”, dice entre risas.

Explica que eso tiene algo de real “en el sentido de que la Villa se desconectó un poco del territorio. Entonces hemos tratado de ir recomponiendo algunos lazos y ahora efectivamente, sí estamos invitados al aniversario de Lo Hermida, tenemos onda con familiares, hacemos cosas con ellos, también con la misma junta de vecinos de por ahí, de tener un mayor vínculo, una mayor conversación, un diálogo. Y ahora sabemos que está la compañera de allá y están estas de acá, del centro de Violeta Parra de La Reina, y están los que defienden el tema del Aeródromo de Tobalaba. Entonces, bueno, mejor nos juntamos y hacemos fuerza. Lo mismo en el ámbito de la defensa del medio ambiente, o sea, que hay gente de la San Judas, hay gente de La Faena, hay gente en distintos lugares que tienen esta sensibilidad y que ojalá que nos vayamos encontrando”.

Y cierra señalando que esta experiencia también la podría trabajar la Comunidad Ecológica “porque está como muy encapsulada, y creo que hay personas en la directiva de la junta de vecinos, como el mismo ¿Gabriel Valdes se llama? Él ha tejido lazos comunitarios con otras juntas de acá, de allá. La directiva anterior también algo hizo de eso, y tenemos otras vecinas y vecinos que también han hecho ese intento bien potente de vincularse con el territorio y no de mirarse hacia adentro, mirarse los ombligos y ver el propio interés y beneficio de la Comunidad Ecológica. Y eso es muy importante, o sea, nosotros tenemos que tener buena onda con la 10001, buena onda con la Microbuseros, buena onda con todas las poblaciones que están aquí cerca nuestro. Es súper importante, y tenemos que hacer vínculo y trabajo juntos. Creo que es demasiado importante, porque si nos vamos a encapsular más, como ha sido en otros momentos, andamos mal. Creo que es una labor muy importante de la Junta de Vecinos, y espero que, ojalá, le pueda dar curso. Creo que igual tienen esa sensibilidad. Me da la impresión de que igual lo pueden hacer”.

Mariana siente que hay muchos temas que nos son comunes con los demás territorios y que no los vas a poder enfrentar solos, “todo lo que tiene que ver con vialidad, con un plan regulador, temas de seguridad también tienen que verse con las organizaciones comunitarias del sector. Partiendo por las más próximas y que enfrentan las misma dificultades”.

, , , , , , ,